Educomunicación que transforma: el lenguaje como puente hacia la sanación emocional y social

Educomunicación que transforma

En una escuela comunitaria del Valle del Chota, en Ecuador, un grupo de niñas y niños cuenta sus propias historias en voz alta. Hablan del miedo, de la alegría, de lo que no entienden. Nadie se burla. Nadie interrumpe. Solo hay escucha. Allí, el aula deja de ser un espacio de repetición y se convierte en un territorio de encuentro. Eso, en esencia, es educomunicación: enseñar a través de la palabra compartida, del cuerpo expresado, de la emoción reconocida.

Vivimos en una era hiperconectada pero emocionalmente desconectada. Las pantallas acercan y, a la vez, nos aíslan. Las noticias saturan, pero pocas veces nos tocan. Frente a este panorama, la educomunicación no solo informa, sino que transforma. Se convierte en un puente entre el conocimiento y la emoción, entre el aula y la vida, entre el yo y el nosotros. Y más aún, se erige como una pedagogía que reconstruye lo roto, que sana desde lo cotidiano.

Educomunicación para narrarse y reconstruirse: cuando contar(se) también enseña

Narrar la propia historia dentro del aula es mucho más que una técnica pedagógica. Es un acto de identidad, de reconocimiento, de sanación. Al contar sus vivencias, los estudiantes resignifican su pasado y generan un aprendizaje emocional profundo. Se convierten en protagonistas de su propio conocimiento.

Según Marc Brackett (2019), director del Yale Center for Emotional Intelligence, “las emociones dan forma a casi todo lo que hacemos: cómo aprendemos, cómo nos comunicamos, cómo tomamos decisiones”. Por eso, cuando el aula se convierte en un lugar donde las emociones pueden expresarse sin miedo, el aprendizaje florece.

Experiencias educomunicativas en escuelas de Quito, como talleres de narración oral, programas de podcast escolar o proyectos de periodismo juvenil, muestran que cuando un niño cuenta cómo vivió la pandemia, lo que siente al migrar o lo que sueña para su comunidad, también está aprendiendo a pensar críticamente, a comprender al otro y a construir autoestima.

El cuerpo como mensaje: educomunicación desde el movimiento

Hablar de educomunicación es también hablar del cuerpo. Porque el cuerpo comunica, incluso antes que las palabras. Las expresiones, los gestos, el movimiento: todo ello es lenguaje. En muchas ocasiones, lo que no se puede verbalizar se expresa a través del arte, del gesto, del juego.

Mario Kaplún (2023) sostenía que “el cuerpo es medio y mensaje”. Y en muchas escuelas latinoamericanas, la educación empieza a reconocer esto. En Ecuador, iniciativas como los talleres de expresión corporal de CIESPAL, así como experiencias comunitarias en Imbabura y Manabí, han demostrado que el cuerpo en movimiento puede sanar traumas, canalizar emociones y generar vínculos nuevos.

Integrar el teatro, la danza o el juego en los procesos educativos no es solo una cuestión lúdica: es una estrategia para habitar el aula desde la sensibilidad. En una escuela de Guayaquil, por ejemplo, los estudiantes inician la jornada con ejercicios de respiración, movimiento libre y dinámicas teatrales. Allí, el cuerpo no está pasivo: participa, expresa, comunica.

Escuchar también educa: la escucha activa como base de la educomunicación

Escuchar activamente en el aula no es algo menor, es en muchas ocasiones un acto de resistencia. En un mundo que acelera, escuchar con pausa es revolucionario. Y en contextos educativos, puede ser profundamente sanador.

Lara Fernández (2024), educadora y divulgadora, lo expresa así: “tener habilidades de comunicación impacta directamente en el bienestar emocional de los niños”. Pero esas habilidades no se aprenden con fichas ni repeticiones. Se cultivan en espacios de confianza, donde el silencio también es parte del diálogo.

Cuando un maestro escucha a su alumno con presencia, cuando un grupo de estudiantes se escucha entre sí sin juicio, se teje una red invisible pero poderosa: la del respeto mutuo, la de la comunidad que aprende junta. La educomunicación, en este sentido, no se impone: se practica, se vive.

Educomunicación como autocuidado colectivo y acción transformadora

La educomunicación no es solo una herramienta individual. Es una práctica de autocuidado colectivo. Al promover espacios seguros donde la palabra circule libremente, se fortalece el tejido comunitario y se construyen entornos más humanos.

Proyectos como Radialistas Apasionadas y Apasionados, nacidos en Ecuador, han empoderado a comunidades enteras mediante la radio. Desde barrios urbanos hasta comunidades indígenas, la comunicación se vuelve un acto de cuidado, un medio para construir identidad y defender derechos. Las emisoras escolares se convierten en plataformas de voz y escucha.

En Medellín o en Lima, escuelas han implementado círculos de palabra al iniciar la jornada, donde se conversa sobre lo vivido, lo sentido y lo que preocupa. En sectores vulnerables de Quito, adolescentes han desarrollado guiones radiales sobre violencia de género, salud mental y migración. No se trata solo de educar. Se trata de sanar en colectivo, de crear comunidad.

Educomunicación freiriana: una pedagogía que abraza lo humano

Volver a Paulo Freire es inevitable. Él nos enseó que “la palabra verdadera transforma el mundo”. Y en tiempos de ruido, esa palabra es más necesaria que nunca. La educomunicación recoge esa herencia freiriana y la actualiza, integrando cuerpo, emoción y comunidad en el corazón mismo de la educación.

Freire hablaba de una pedagogía del oprimido. Hoy, podríamos hablar de una pedagogía del cuidado. De una educación que escuche antes de enseñar. Que acoja antes de evaluar. Que respete antes de corregir. Esa es la propuesta educomunicativa: un aula donde lo emocional no es accesorio, sino esencial.

No se trata de “dar voz” —porque las personas ya tienen voz—, sino de crear condiciones donde esa voz pueda emerger con dignidad. Donde cada historia tenga espacio. Donde cada emoción pueda ser expresada sin temor.

Porque educar no es solo transmitir conocimientos: es acompañar procesos humanos. Y eso solo puede hacerse desde la palabra que cuida, desde el cuerpo que expresa, desde la escucha que abraza.

Educomunicar es educar con el alma. Y quizás, en ese acto, esté la semilla de una sociedad más justa, más sensible y más humana.


Fuentes

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